La gran aventura americana

The Band
The Band
Rock, folk-rock, 1970.


La amalgama de estilos de la música popular en la actualidad procede de la gran riqueza de ritmos y sonidos salidos de los Estados Unidos a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Blues, folk, country, rock'n roll, jazz y soul son el germen de todos los estilos que, desde la década de los 60, han ido configurando el desarrollo de la música.

Tras de un original, innovador e inspirador primer disco, 'Music fron big Pink', The Band, que seguía recluida en la casa de campo que fue su cuartel general para componer, grabar y huir de la vida arquetípica del rock'n roll, se lanzó a la preparación de su disco homónimo, el segundo de su discografía, que se convirtió en un monumento de homenaje a los estilos tradicionales norteamericanos.

Después de un lustro siendo banda de acompañamiento de artistas de la talla de Bob Dylan o Ronnie Hawkins, el grupo liderado por Robbie Robertson estaba de sobra preparado para abordar canciones de tan distinto pelaje como las que contiene este disco, composiciones que muestran el gran conocimiento del guitarrista canadiense de todos estos estilos y su intención de renovarlos y actualizarlos.

La intensa balada 'The night they drove old Dixie down' y el cadencioso 'Up on Cripple Creek' son los dos temas insignia de este disco, que contiene piezas de extrordinaria belleza, como el 'asoulado' 'When you awake', el tierno 'Whispering pines', el emocionante 'The unfaithful servant' o el folkie 'Rockin' chair'. Destacan otras canciones como 'Jemina surrender', un rock'n roll casi stoniano; 'Look out Cleveland' y 'Across the great divide', de corte casi funky, y el bluesero 'Rag mama rag'.

La primera descarga

(pronounced ‘lêh-‘nérd ‘skin-‘nérd)

Lynyrd Skynyrd

Rock sureño, 1973.


El amplio y dispar rock sureño ha tenido algunos pilares fundamentales en los que apoyarse a lo largo de las décadas. Una de esas columnas inquebrantables es Lynyrd Skynyrd, septeto de Florida que fue capaz de firmar en apenas cuatro años de historia algunas de las descargas rockeras más impresionantes de la década de los setenta y de la historia de este estilo. 

Así, a pesar de no ser la primera experiencia del rock sureño, este ‘(pronounced ‘lêh-‘nérd ‘skin-‘nérd)’ causó un cierto revuelo en la industria y los aficionados. Lejos de experimentaciones, improvisaciones y mezclas de ritmos, los Skynyrd ofrecían a sus oyentes rock’n roll pasado por el prisma sureño, caracterizado por un inconmensurable trabajo de sus tres guitarristas, Allen Collins, Gary Rossington y Ed King, un compacto muro de sonido de riffs, licks y arreglos de todo tipo y el carisma de su cantante y líder, Ronnie Van Zandt. 

Este primer lanzamiento contiene hasta cinco de los ‘grandes éxitos’ de la banda, incluyendo la canción por la que esta banda es recordada entre los ‘guitar heros’ del mundo. ‘Free bird’, la emotiva balada dedicada al reciente fallecimiento de Duane Allman con una impresionante y larguísima coda de lucimiento guitarrero, es la canción encargada de cerrar el álbum y uno de los temas que más llamaron la atención en este lanzamiento discográfico.

Sin embargo, el disco se abre con una canción que resume muy bien las características de la banda. ‘I ain’t the one’ es un tema marchoso, de ritmo contrapeado, gran influencia del blues y del rock’n roll más clásico, con buenos momentos de guitarra y un sonido más que compacto. Esta canción tiene su reflejo en otro de los cortes del álbum ‘Poison whiskey’. 

Sin embargo, el trallazo rockero del disco es ‘Gimme three steps’, otra de las grandes canciones de la banda y un himno dentro del rock sureño. El rock’n roll y el virtuosismo guitarrero también están presentes en esta canción.

Este primer álbum destaca también por ser el que más baladas contiene de la discografía de los Skynyrd. Tres de sus ocho canciones, incluyendo el citado ‘Free bird’ son ‘lentas’. Además, tanto el que cierra el álbum como ‘Tuesday’s gone’ y ‘Simple man’ están considerados dentro de los mejores temas de la banda.

Completan el disco dos canciones de inspiración bluesera: el acústico ‘Mississippi kid’ y el eléctrico y atractivo ‘Things goin’ on’.

Recuperando el country

The gilded palace of sin

The Flying Burrito Brothers

Country-rock, 1968.


A finales de los sesenta, en pleno apogeo del ‘hippismo’ y la psicodelia musical, fueron muchos los artistas y grupos que, dejando de lado las improvisaciones y los experimentos tan de moda, echaron la vista atrás hacia estilos más tradicionales con el fin de renovarlos y reconstruirlos. El country y el folk fueron los grandes beneficiarios de esta vuelta a lo clásico, una tendencia que, pocos años después, daría a luz a una nueva generación de artistas que, en este caldo de cultivo de influencias tradicionales, crearían y potenciarían el soft-rock o ciertos sonidos del rock sureño, dando forma a lo que en la actualidad se conoce como Americana.

The Flying Burrito Brothers fue una de las muchas bandas que integraron este movimiento, siendo además precursores del mismo junto a The Byrds, The Band, Neil Young, James Taylor o Poco. En su formación se encuentran dos de las figuras más importantes de la música de estos años. Por un lado, Gram Parsons, líder de la banda, dotadísimo compositor apasionado por el country y personaje carismático y de cierto prestigio. Por el otro, Chris Hillman, guardaespaldas de lujo que estaba detrás de algunas de las mejores grabaciones de esos años como integrante de The Byrds o Manassas.

Este ‘The gilded palace of sin’ pretende reivindicar y actualizar el country. Así, aunque introduce elementos modernizadores y destinados a ampliar su público objetivo, Parsons respeta en todo momento la sonoridad y el espíritu de una música que, después de varios años de cantautores hippies, había quedado relegado al olvido por el gran público.

El disco se abre con ‘Christine’s tune’, una canción que mezcla elementos de pop de los sesenta con otros típicos del country, configurando el primer ejemplo del nuevo country-rock. Este mismo espíritu renovador tiene la balada ‘Dark end of the street’ o el medio tiempo ‘Hippie boy’, en el que Chris Hillman recita una interesante historia. Mención aparte merecen los dos ‘Hot burritos’: la primera parte es una sentida balada que incluye algunos toques hippies, mientras que la segunda es una pieza marchosa con un original despliegue instrumental y de sonidos. 

Más escrupulosamente respetuosas con la ortodoxia del country son tres emotivas baladas, que suponen algunos de los mejores momentos del disco. ‘Sin city’, una de las obras más reconocidas de Parsons, ‘Do right woman’ y ‘Juanita’ rebosan emoción y, sobre todo, conocimiento de las reglas de este tradicional estilo. También rinden pleitesía a las reglas no escritas del country el marchoso ‘My uncle’ y los medios tiempos ‘Wheels’ y ‘Do you know how it feels’.

La joya más brillante

Harvest

Neil Young

Folk-rock, 1972.


Neil Young, rockero y cantautor, genio creador y hombre de banda. El músico canadiense tuvo la oportunidad a finales de los años 60 de probar diferentes fórmulas, de aportar su talento como cantante, guitarrista, pianista y compositor al servicio de diferentes iniciativas musicales, tanto en solitario como colectivas. Su paso por Buffalo Springfield y Crosby, Stills, Nash & Young, sus primeros discos en solitario o liderando Crazy Horse y su dúo junto a Stephen Stills fueron curtiendo a este genio canadiense en los secretos del folk, el country, el rock, el pop, el ‘hippismo’ y la psicoledia, haciendo que Young llegara a los años 70 suficientemente preparado para firmar una colección de discos completa, variada y de enorme calidad, sensibilidad y belleza.

La joya más brillante de este tesoro es ‘Harvest’, un disco en el que el canadiense deconstruye, transforma y renueva el folk y el country, y lo hace respetando escrupulosamente sus reglas, como un alumno bien aplicado que supera los conocimientos de sus profesores. Así, el álbum incluye piedras preciosas de folk-rock, canciones de sensibilidad country, descargas rockeras e, incluso, devaneos con los arreglos orquestales.

El disco se abre con ‘Out on the weekend’, un medio tiempo de influencia folk que habla de nuevos comienzos, de cambios vitales, un tema que se ajusta a la vida de un Neil Young que recomenzaba una vez más su carrera en solitario y había perdido poco tiempo antes al guitarrista de Crazy Horse, Danny Whitten, que había echado a perder su vida y su talento musical por su adicción a la heroína. 

Precisamente Whitten es el protagonista de una de las piezas más afamadas de este disco, grabada en directo en la universidad de UCLA, ‘The needle and the damage done’, una canción que reflexiona sobre las drogas, la amistad, el amor y el dolor. Sin embargo, el éxito de este disco llegó por otra gran canción, ‘Heart of gold’, que supuso un éxito de ventas, además de la línea a seguir para otras futuras composiciones del canadiense.

También de influencia folk, ‘Old man’ es probablemente la canción más emocionante del disco, incorporando además la ayuda de dos grandes del folk y el country de la época, James Taylor y Linda Ronstadt.

Cabe destacar también las dos canciones de sonido más cercano al country. Una de ellas es una delicada joya de tres minutos, encargada además de dar título al álbum, ‘Harvest’. La otra, una canción marchosa que reivindica este estilo, ‘Are you Reddy for the country’, que cuenta con los coros de David Crosby y Graham Nash.

El disco se completa con dos composiciones poco típicas en la carrera de Young, que destacan por arreglos orquestales de Jack Nietszche, ‘A man needs a maid’ y ‘There’s a world’, así como con dos descargas rockeras, ‘Alabama’ y ‘Words (between the lines of age)’, ambas con armonías vocales a cargo Crosby, Stills y Nash.

El inicio de la leyenda

Led Zeppelin

Led Zeppelin

Rock, Blues-rock, 1968.


Led Zeppelin no era un grupo británico al uso. No se trataba de una banda de blues clásico, ni de un conjunto de revitalizadores del rock’n roll. Tampoco eran ruidosos representantes del ‘maximum R&B’ o del power-pop, ni exploradores de caminos psicodélicos a través del pop y el rhythm’n blues. Por el contrario, el grupo de Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones y John Bonham utilizaban su virtuosismo instrumental para reunir características de todos los estilos de la música británica de la época, dando como resultado un sonido original y único.

Este primer disco contiene piezas casi perfectas del todavía incipiente rock duro, versiones de clásicos del blues, miradas a sonidos ‘folkies’ y expediciones hacia destinos musicales más intrincados, una mezcla que supuso una novedad en el panorama musical de la época, descubriendo nuevos itinerarios a bandas ya existentes y marcando la línea a seguir por muchos grupos, desde la época hasta la actualidad.

Esta primera joya de la factoria Zeppelin se abre con una canción inconmensurable, que da buena muestra del potencial y de las características futuras de la banda, ‘Good times, bad times’, con un potente acompañamiento de batería y un virtuoso ‘riff’ de guitarra. Otras grandes piezas del disco son la intensísima balada ‘Dazed and confused’ y un ‘hit’ casi punk (o pop), ‘Communication breakdown’.

La más que evidente influencia ‘bluesera’ de la banda se pone de manifiesto con las versiones de ‘You shook me’ y ‘I can’t quit you baby’, mientras que ‘Black mountain side’ se encarga de mostrar otra de la grandes pasiones de la banda, sobre todo de Jimmy Page, el folk.

‘Babe I’m gonna leave you’ y ‘Your time is gonna come’ muestran una cara menos conocida de los Zeppelin, esas canciones de estética ‘hippie’ que, a partir de este momento, tendrán un peso menor en sus discos en favor de las descargas de riffs ‘hard-rockeros’, si bien no desapacerán por completo de sus grabaciones.

Cierra el disco ‘How many more times’, una larga pieza de inspiración blues en la que los músicos se dan tiempo para improvisar y mostrar sus habilidades.

El inicio bluesero de una turbulenta historia

Fleetwood Mac

Fleetwood Mac

Blues, 1968.


Fleetwood Mac se ha labrado un nombre en el mundo de la música gracias al pop adulto y bienintencionado de discos como ‘Rumours’. Sin embargo, sus inicios y su desarrollo fueron bien distintos, dando paso a una turbulenta historia con numerosos cambios estilísticos y de formación. Lejos de los melodiosos coros de Stevie Nicks y Christine McVie, Fleetwood Mac surgió bajo el liderazgo de Peter Green, uno de los excelsos guitarristas salidos de los Bluesbreakers de John Mayall, como Eric Clapton o Mick Taylor.

En el seno de este grupo, Green trabó conocimiento con John McVie y Mick Fleetwood, los miembros más longevos del grupo a lo largo de su historia, y comenzaron a perfilar su nueva banda y un repertorio de blues de Chicago. Con la incorporación del guitarrista Jeremy Spencer, amante e imitador de Elmore James, dio comienzo la historia del mejor grupo de blues británico de finales de los 60, con permiso del citado John Mayall. A pesar de ello, pronto abandonarían este camino por composiciones más complejas y ‘hippie-psicodélicas’ y, más tarde, se vería truncado por el abandono de Peter Green debido a sus problemas mentales y con las drogas.

Su disco de debut, el de “el perro y la basura”, rebautizado por la industria como ‘Peter Green’s Fleetwood Mac’, al igual que la banda, contiene doce piezas de blues sin complejos, hechas sin pretensiones artísticas o estilísticas, pero con un gran conocimiento y amor por esta música, como bien se demuestra en las interjecciones y jaleos que se oyen durante los solos o tras los versos, dotando al disco de un ambiente especial, distinto al de otros álbumes.

‘My heart beats like a hammer’ abre el disco con fuerza, una canción marchosa que tiene su continuación en la inconmensurable versión del clásico ‘Shake your money maker’. La inspiración en el rhythm’n blues queda patente en canciones como ‘Long grey mare’, ‘My baby’s good to me’ y ‘Got to move’, así como en ‘No place to go’, con un ambiente más del Delta que de Chicago.

Además, Green, Spencer, McVie y Fleetwood también se atreven con baladas blues, como el impresionante ‘Merry go round’, ‘Looking for somebody’, ‘I love another woman’, precursor de su futuro éxito ‘Black magic woman’, o ‘Cold black night’. Mención aparte merecen la versión al piano del clásico de Robert Johnson ‘Hellhound on my trail’ y el blues acústico ‘The world keeps on turning’.

Esos rudos australianos

AC/DC

'74 Jailbreak

Rock, Hard-rock, 1974


Por lo general, las bandas de rock'n roll australianas, desde los veteranos AC/DC hasta los más recientes Jet o Wolfmother, suponen un soplo de aire fresco debido a su autenticidad, a creerse la mejor banda del momento, si bien sus influencias suelen anclarse en los sonidos más clásicos. Así, el nacimiento de la banda de los hermanos Young y Bon Scott abrió algunas nuevas puertas en el rock de mediados de los setenta, aunque su propuesta pasaba únicamente por los dictados del boogie más frenético y el buen y viejo rock'n roll, tamizado por otras expresiones surgidas de éstos, como el blues-rock de los 'power trios', el rock duro de Led Zeppelin o el glam-rock de T-Rex o Gary Glitter.

Este '74 Jailbreak', que llegó al mercado occidental después del éxito de otros discos de la banda como 'High voltage' o 'Highway to hell', es la primera experiencia discográfica de AC/DC, un álbum de apenas cinco canciones, pero en las que los cinco australianos dejan bien claras las bases de lo que será su estilo, plenamente reconocible después de más de treinta años de carrera, además de introducirse en intrincados caminos de mayor improvisación a los que lamentablemente renunciaron enseguida.

Así, el tema 'Jailbreak' abre el disco con uno de esos 'riffs' guitarreros tan característicos de la banda, dando paso a una canción que rezuma rock'n roll por todos lados. Algo similar ocurre con 'You ain' got a hold on me', segundo corte del disco. Mención aparte merece 'Soul stripper', un tema que conserva el sonido rockero del quinteto australiano aunque deja aflorar influencias más psicodélicas y espacios para la improvisación.

Además, los hermanos Young y Bon Scott muestran su gusto por el blues más clásico con 'Show business', un rhythm'n blues en el que relatan los problemas de las bandas primerizas y que le sirve a Angus para mostrar lo mejor de su repertorio guitarrero, y la versión del clásico 'Baby, please don't go'.